Camaleño: teleférico, rutas y tradición en la vertiente cántabra de los Picos de Europa
Montañas, monasterios, quesucos y senderos: Camaleño, en pleno corazón de Liébana, es uno de los rincones más genuinos del norte peninsular para vivir la montaña con historia y autenticidad.
Camaleño no es un lugar de paso: es un destino en sí mismo. Este municipio cántabro, enclavado en la comarca de Liébana y arropado por los imponentes Picos de Europa, ofrece al viajero mucho más que montañas. Aquí se encuentran el legado espiritual del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, la huella de tradiciones centenarias y una red de pueblos que conservan el alma intacta de la vida en la montaña.
Camaleño, en pleno Parque Nacional de los Picos de Europa, es un tesoro del norte de España que combina patrimonio histórico, belleza natural y cultura popular. Desde el Monasterio de Santo Toribio de Liébana hasta sus pintorescas aldeas, el municipio ofrece una experiencia auténtica al visitante.
A caballo entre la historia, el silencio y el vértigo del paisaje, Camaleño representa el alma lebaniega en estado puro.
Entre gigantes: naturaleza en estado puro

Situado en el valle del río Deva, Camaleño está rodeado por cumbres que superan los 2.000 metros de altitud. Desde sus pueblos, repartidos en una veintena de núcleos, se asoma a un anfiteatro natural donde se alzan perfiles como Peña Remoña, Peña Vieja o el Macizo Oriental de los Picos de Europa.
Uno de los grandes atractivos de la zona es el teleférico de Fuente Dé, puerta directa al cielo cántabro. En apenas cuatro minutos, salva un desnivel de 753 metros para dejar al visitante en el mirador del Cable, desde donde se despliega una de las vistas más sobrecogedoras del norte peninsular. Para los amantes del senderismo y la alta montaña, este punto da acceso a rutas hacia Peña Vieja (2.613 m) o los puertos de Áliva, un clásico de la travesía montañera.

El patrimonio natural que rodea a este lugar tiene un impresionante valor, siendo uno de sus mayores atractivos, ya que los visitantes podrán conocer el recorrido del río Deva que nace en dicho macizo montañoso y recolecta las aguas de varios afluentes a su paso por la localidad.
El río Deva, que nace en el corazón del macizo, acompaña al visitante desde su nacimiento hasta su descenso hacia el desfiladero de La Hermida, moldeando paisajes y ecosistemas de altísimo valor ecológico. Camaleño forma parte del Parque Nacional de los Picos de Europa, lo que asegura la protección de este entorno único y su riqueza biológica.

Herencia espiritual y patrimonio milenario
En lo más alto de su legado patrimonial destaca el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, uno de los cinco lugares santos del cristianismo —junto a Roma, Jerusalén, Santiago y Caravaca—. Allí se conserva el mayor fragmento de la cruz de Cristo que se conoce, el Lignum Crucis, lo que lo convierte en centro de peregrinación en los Años Jubilares Lebaniegos.
Este monasterio, fundado en el siglo VI, fue también cuna del célebre Beato de Liébana, monje y erudito del siglo VIII cuyas ilustraciones apocalípticas han llegado a ser referencia del arte medieval europeo.

Camaleño mantiene además un entramado de iglesias románicas, ermitas rurales y arquitectura tradicional que habla de siglos de aislamiento y cultura montañesa. Pasear por pueblos como Turieno, Mogrovejo o Pembes es adentrarse en una historia viva hecha de piedra, madera y tejados de lajas.
Sabores de altura y tradiciones vivas
La economía del municipio sigue muy ligada a la ganadería de montaña, base de la producción de los célebres “quesucos de Liébana” con Denominación de Origen, entre los que destacan el queso ahumado de Áliva y el de Pido.

Camaleño destaca por su actividad ganadera de la que se obtiene los quesucos de Liébana con D.O.P, como el queso ahumado de Aliva y Pido, el té de los puertos de Aliva y su exquisito orujo.
Otros productos tradicionales como el té de los puertos o el inconfundible orujo lebaniego completan una gastronomía de raíces, contundente y profundamente ligada al entorno. Camaleño también es tierra de ferias, romerías y fiestas populares, donde aún se canta al son de la gaita y el rabel.
Refugio de desconexión y autenticidad
Camaleño no solo se visita: se vive. Es un lugar donde los teléfonos pierden cobertura pero se recupera la conexión con uno mismo. Ideal para senderistas, cicloturistas, montañeros o quienes simplemente buscan un rincón donde el silencio tenga valor, este municipio resume lo que muchos viajeros buscan hoy: naturaleza, historia y autenticidad sin artificios.

A las puertas de un nuevo Año Jubilar Lebaniego, Camaleño se reafirma como un destino de espiritualidad, montaña y cultura viva. Un refugio para quienes no necesitan ruido, sino raíces.