Un viaje a los vestigios de la última gran ballenera de Europa en la Costa da Morte
A orillas de la abrupta Costa da Morte, en la parroquia de Ameixenda del municipio de Cee, se erigen silenciosas las ruinas de la vieja ballenera de Caneliñas.
Este enclave, que cerró sus puertas en 1985 tras la moratoria internacional en la caza comercial de cetáceos, es hoy un testigo mudo de una era en la que el mar era fuente de vida, sustento y, también, de controversia.
Inicialmente, la factoría se inició como una fábrica de salazón, propiedad de Andrés Cerdeiras Pose.
Su emplazamiento en una ensenada protegida, ideal para el atraque de embarcaciones, permitió que la zona se transformara en el primer núcleo ballenero moderno de España entre 1924 y 1927, cuando fue adquirida por una empresa noruega.
La cercanía a ricas zonas de cetáceos y la utilización de técnicas avanzadas, heredadas de la tradición ballenera vasca, impulsaron el desarrollo de la industria.
Los productos extraídos –desde el aceite y la grasa hasta las barbas utilizadas en la confección de corsés– alimentaron diversas industrias y marcaron la pauta en el comercio internacional, incluyendo una importante exportación al mercado japonés durante los años 70.
El auge de la actividad se vio, sin embargo, marcado por una caza intensiva que, con el tiempo, llevó a la disminución acelerada de las poblaciones de cetáceos.
Durante los años 30, tras un breve periodo en manos de una empresa española, las instalaciones volvieron a caer en manos noruegas, transformándose bajo el nombre de Industria Ballenera SA.
La consolidación de este complejo industrial fue vital para la economía local, convirtiéndose en el mayor vestigio de una actividad que capturó cerca de 12.000 cetáceos a lo largo de su existencia.
Sin embargo, las tensiones internacionales, el bloqueo al régimen franquista, la escasez de divisas y, finalmente, las restricciones impuestas por la Comisión Ballenera Internacional, sellaron el destino de la industria en Caneliñas, llevándola al cierre definitivo en 1985.
Hoy, la factoría ballenera de Caneliñas se conserva en forma de ruinas que narran historias de tradición y transformación industrial.
Entre sus restos se encuentran el muelle de atraque, almacenes que alguna vez almacenaron desechos convertidos en harina, la rampa de izado de ballenas, y depósitos de aceite, que en su conjunto configuran el último gran vestigio de la ballenera en Europa.
Este patrimonio, a pesar de estar olvidado por el tiempo, sigue evocando la memoria de una época en la que la explotación de los cetáceos fue fundamental para la economía y la identidad de Galicia.
Su legado invita tanto a la reflexión sobre el impacto ecológico de las prácticas del pasado como a la revalorización de la cultura marítima que dio forma a comunidades enteras.
La historia de Caneliñas no solo es un recordatorio del auge y declive de la industria ballenera, sino también una invitación a preservar y estudiar los vestigios de nuestro pasado, para comprender mejor las transformaciones que han esculpido la relación de la sociedad con el mar.