Rutas, fuego y cumbres en un Base Camp inolvidable en los Alpes bávaros
Durante unos días, el majestuoso paisaje alpino de Garmisch-Partenkirchen, en la frontera entre Alemania y Austria, se transformó en algo más que una postal de alta montaña. A mediados de este mes de mayo, The North Face lo convirtió en un punto de encuentro donde compartir actividad física, probar material técnico y, sobre todo, reconectar con lo esencial.
El pasado mes de mayo participamos en una de esas experiencias que te invitan a parar y mirar. A sentir. A dejarse llevar por el silencio que no aísla, sino que abraza. Ese que no vacía los oídos, sino la mente. Un silencio que se cuela entre nubes que juegan a esconderse entre las cumbres y reaparece cuando el sol, tímido, se filtra entre las copas de los árboles. Garmisch ya era un lugar de ensueño, pero en estos días, The North Face lo convirtió en algo mucho más humano: un refugio compartido. De historias. De barro. De mochilas al hombro y fogatas con risas entre desconocidos que, sin saberlo, ya compartían algo.
Y sí: removió por dentro. Como solo lo hace la montaña cuando se presenta sin filtros, sin cobertura y sin prisa.
Los Base Camp de The North Face

The North Face ha creado una red de campamentos itinerantes repartidos por los Alpes con un objetivo claro: acercar la montaña a las personas, hacerlo de forma segura, gratuita y accesible, y generar una conexión real entre quienes la aman. Estos encuentros no son solo una oportunidad para caminar por entornos únicos, sino también para aprender, compartir y reconectar. Están guiados por expertos en montaña que conducen a los participantes a través de rutas seleccionadas, talleres técnicos y momentos de convivencia en plena naturaleza.
Durante tres días en Garmisch-Partenkirchen, caminamos, nos empapamos, aprendimos, escuchamos y, por momentos, simplemente nos quedamos en silencio. La experiencia nos llevó desde el pueblo hasta el refugio Wangalm, a 1.750 metros de altitud, atravesando bosques espesos y prados abiertos. Acampamos en entornos naturales como Leutasch, rodeados de vistas espectaculares que invitaban a detenerse y respirar.
Lo que comenzó como una caminata pronto se convirtió en un viaje interior. Los talleres de nudos, las charlas sobre orientación o seguridad alpina, y las rutas guiadas no eran más que el hilo conductor de algo más profundo: la posibilidad de salir del ruido y volver a lo esencial. Por la noche, el fuego reunió a personas que apenas se conocían por la mañana. Y allí, bajo las estrellas, las historias, las risas y los silencios compartidos hicieron el resto.
El formato ha ido creciendo y evolucionando desde su creación. Solo en 2022, más de 3.000 personas participaron en los 25 eventos celebrados, y hoy en día se organiza también en lugares tan emblemáticos como Chamonix (Francia) o Cortina d’Ampezzo (Italia). En todos ellos, la premisa es la misma: vivir la montaña sin filtros, conectar con otros y, sobre todo, contigo mismo.

Del sendero hacia fuera, al viaje hacia dentro
Hay un momento en el que dejas el asfalto atrás y cambia todo. Tus pies pisan tierra húmeda, el aire corta la cara y la mochila te recuerda que estás aquí, con todo el cuerpo. Y entonces, sin darte cuenta, te vacías. De ruido. De prisas. De todo lo que sobra. Y te abres: a lo que ves, a lo que sientes, a quien camina a tu lado.
La montaña, sin decir una palabra, te lo pone todo en perspectiva.
Garmisch-Partenkirchen, nacida de la unión de dos pueblos vecinos para acoger los Juegos Olímpicos de Invierno, es hoy uno de los grandes epicentros del alpinismo alemán. A los pies del emblemático Zugspitze, el pico más alto del país (2.962 m), reúne a escaladores, senderistas y esquiadores en busca de desafíos y belleza.
Subimos hasta Wangalm sin hablar mucho. Cada cual a su ritmo, cada cual en su mundo. Por la noche, tienda, saco y ese calor que nace por dentro cuando todo encaja. Cuando no hace falta nada más.
Frente a esa inmensidad, mientras el paisaje parece irse dibujando tras cada parpadeo, entiendes por qué The North Face eligió este lugar. Porque, a veces, la montaña lo dice todo.

Sensaciones difíciles de contar
Allí, entre senderos ocultos por la lluvia persistente y conversaciones compartidas al calor del fuego, viví una experiencia en compañía de periodistas, influencers, guías locales y atletas llegados de distintos rincones del mundo. Éramos una mezcla de acentos y procedencias —Gran Bretaña, Italia, Francia, España— unidos por pasiones distintas, pero bajo un mismo cielo estrellado y con un mismo propósito: disfrutar el momento y, de alguna forma, encontrar las palabras para poder contarlo después.

Un escaparate real: las colecciones puestas a prueba
No hay mejor banco de pruebas que la propia montaña. Durante los días de experiencia en el Base Camp, llevamos encima —y en el cuerpo— una selección del mejor material técnico de The North Face. Y lo pusimos a prueba en condiciones reales: lluvia, viento, subidas exigentes, noches frías y largas caminatas. La marca nos equipó con piezas clave de sus últimas colecciones, combinando diseño atractivo y prestaciones impecables.

El resultado fue un escaparate vivo y funcional donde cada prenda tenía un propósito, y cada elemento contribuía al confort y la seguridad del grupo. A continuación, compartimos algunas de las piezas destacadas que probamos y que marcaron la diferencia en la experiencia:
OUTERWEAR – Colección All Mountain Purpose: protección sin renunciar a la ligereza

Dryzzle FUTURELIGHT™ Jacket
Impermeable, transpirable y sorprendentemente ligera. Nos protegió de una tormenta de montaña sin empaparnos por dentro. El tejido FUTURELIGHT™ demostró que es posible mantenerse seco sin perder transpirabilidad ni movilidad.
Cortavientos Jazzi
Ideal para tramos con viento cruzado. Compacto y fácil de guardar, se ajusta como una segunda piel y fue, sin duda, una de las prendas más vistas entre los participantes.
FOOTWEAR – Tracción y comodidad para todo el día

Offtrail Hike LT Mid GORE-TEX®
Una bota diseñada para adaptarse a terrenos variados en rutas largas. Su suela ofrece un agarre excelente en roca mojada y estabilidad en subidas irregulares. Nos dio la confianza necesaria en los tramos más técnicos.
Vectiv Exploris Mid FUTURELIGHT™
Una opción más ligera, pensada para salidas moderadas. Su suela robusta pero flexible ofreció comodidad y buen rendimiento sin renunciar al agarre.

MOCHILAS – Carga que no se nota
Terra 55 y Terra 40
Cómodas, estables y con una distribución de peso inteligente. Soportaron todo el equipo personal sin provocar sobrecargas. Las cintas lumbares bien acolchadas fueron clave para mantener el ritmo durante horas.
Trail Lite 24
Perfecta para salidas cortas. Su sistema de compresión hace que no rebote ni moleste al caminar, y su ligereza es ideal para los primeros tramos de aproximación.
SLEEP SYSTEM – Dormir (bien) en la montaña
Saco Gold Kazoo Eco
Cálido, ligero y fabricado con materiales reciclados. Aisló eficazmente durante las horas más frías, garantizando un descanso real —algo que en altura no siempre es fácil de conseguir.
Base Camp Duffel
Un clásico que se justifica solo. Aguanta lluvia, barro y golpes sin inmutarse. Lo dejamos fuera de la tienda y ni se enteró. El verdadero concepto de “duffel todoterreno”.
Una preparación completa que nos permitió sumergirnos en la aventura sin más preocupación que disfrutar. Porque cuando el material acompaña, todo fluye. Cada bota, cada cremallera, cada hebilla de The North Face fue una herramienta silenciosa pero decisiva. No era solo cuestión de estilo —aunque el diseño de estas piezas es impecable—, sino de confianza. Estas colecciones no son una moda: son una declaración de principios. Funcionan, resisten, perduran. Como debe ser en la montaña.

Milos Jakobi)
Qué hicimos, además de caminar
El sol del día grande amaneció tímido. Mientras nos acercábamos al punto de encuentro con los guías alemanes, las nubes ya se habían instalado sobre las cimas. No tardaron en llegar los primeros copos, que fueron tiñendo de blanco el paisaje sin apenas darnos cuenta. La ruta arrancó con ritmo, algo acelerada al principio, pero pronto se acompasó con el paso de las conversaciones.
Caminar se convirtió en una forma de conectar. Con la montaña, sí, pero también con los demás. Nunca habría imaginado que en una jornada de senderismo aprendería tanto sobre otras culturas.

Dos horas después, la combinación de lluvia, nieve y un viento gélido nos obligó a hacer una pausa. Tocaba abrigarse más, ajustar bien las capas y seguir adelante. A medida que ganábamos altura, el paisaje se volvía más imponente. Las montañas se alzaban ante nosotros con una fuerza casi teatral. Nos sentíamos pequeños, como hormigas mirando hacia un horizonte sin final.
Y entonces, allí arriba, en medio de la nada, apareció una casita de madera. Refugio perfecto. Dentro, el calor del interior nos envolvió junto con el aroma del chocolate caliente. Hubo risas, charla y una sensación compartida de haber llegado a un sitio donde el tiempo se detenía.
Tras recuperar fuerzas, comenzamos nuestra primera actividad: un taller para aprender a hacer el figure-eight knot —el clásico nudo del ocho, básico en escalada y montaña—. Para hacerlo más divertido, nos dividieron en tres grupos. La consigna: atar el nudo entre todos, sin soltar la cuerda. Más difícil de lo que parecía... y justo por eso, más divertido.

No era una excursión. Era otra cosa
Hubo un momento en el que me detuve. Quise observar con calma la inmensidad del paisaje que nos rodeaba, esa que nos hacía sentir diminutos pero, al mismo tiempo, parte de algo más grande. También traté de fijar en la memoria la conexión que se había creado entre nosotros. Sin conocernos más allá de la noche anterior, estábamos transformando aquel día en una experiencia que difícilmente olvidaremos.
Más tarde, el equipo de The North Face nos sorprendió con una degustación de platos tradicionales de la zona. Probamos el Kartoffelstrudel, un hojaldre típico de origen germano-austríaco, y el Kaiserschmarrn, un dulce tan sencillo como adictivo, estrella del refugio. La sobremesa se alargó entre tés calientes y conversaciones profundas. Y entonces, cuando el calor empezaba a vencernos, tocó volver a calzarse las botas y emprender el descenso.
La nieve había desaparecido, transformada ahora en finas gotas de agua que resbalaban por los aleros de aquella acogedora casita de montaña. A medida que perdíamos altitud, el paisaje también iba cambiando, y el camino se volvía más ligero. Con nosotros caminaba Andi Kuban —o como él prefiere definirse: un hijo de la montaña—, guía local y conocedor absoluto de estos parajes.

Andi lleva toda una vida recorriendo estos senderos con una seguridad tan natural que uno siente que está, literalmente, en su casa. En invierno cambia las botas por los esquís y acompaña a quienes se atreven con las pendientes nevadas; en verano, vuelve a dominar el bosque, el valle y los picos. “Cada piedra, cada árbol, cada curva del camino tiene una historia. Y yo me las conozco todas”, nos dice mientras clava con firmeza su bastón en la tierra húmeda, asegurando cada paso con esa soltura que solo da el tiempo.

En un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos de nuevo al pie de la montaña. De allí, regresamos al Base Camp, donde nos esperaba una noche de acampada bajo las estrellas, envuelta en voces y risas fugaces que se mezclaban con el crepitar de la hoguera.

Compartimos historias, anécdotas y silencios cómplices alrededor del fuego. Muy cerca del campamento, aún con algo de energía por gastar, nos animamos a descender una suave pendiente, asegurados con el nudo de ocho que habíamos aprendido unas horas antes. Por un instante, sentimos la emoción cruda de la montaña en nuestras propias manos. Una emoción que no se olvida.

Parecíamos niños en una acampada escolar, dejándonos llevar por juegos que nos devolvían a esos momentos de inocencia. Uno de los favoritos fue el clásico de encadenar palabras para formar frases, que terminó convertido en un caos divertido. El cansancio general solo aumentaba las carcajadas y los chivatazos volaban entre nosotros sin parar. El cielo estrellado y el calor del fuego pusieron el broche perfecto a la jornada antes de refugiarnos en nuestras tiendas.

Fue, simplemente, un fin de semana perfecto. Paz, naturaleza y una experiencia que se quedará grabada en la memoria durante mucho tiempo. Gracias a The North Face por hacernos sentir como en casa, incluso a miles de kilómetros de ella.
¿Cómo participar en los basecamp de The North Face? Regístrate en la app XPLR Pass o visita: www.thenorthface.eu/basecamp