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El primer vuelo sobre el Everest cumple 92 años

Mié, 09/04/2025 - 13:36
El primer vuelo sobre el Everest cumple 92 años
El 3 de abril de 1933 David McIntyre y Douglas Douglas -Hamilton se convirtieron en los primeros pilotos que consiguieron sobrevolar el techo del mundo.
La combinación de ingenio, determinación y espíritu pionero permitió a McIntyre, Douglas-Hamilton y sus compañeros marcar un antes y un después en la historia de la aviación.

Hace 92 años, el 3 de abril de 1933, dos pioneros de la aviación británica rompieron barreras y conquistaron los cielos sobre la montaña más alta del mundo.

David McIntyre y Douglas Douglas-Hamilton, pilotos de dos modificados biplanos Westland, protagonizaron una hazaña que, a pesar de los innumerables desafíos técnicos y humanos, abrió una nueva era en el reconocimiento de las alturas.

Este vuelo no solo demostró la capacidad de la aviación para alcanzar altitudes impensables hasta aquel entonces, sino que también dejó un legado en la historia de la exploración y la fotografía aérea.

Antes de la Primera Guerra Mundial, los aviones apenas rozaban los 3.000 metros de altitud. Sin embargo, gracias a los avances tecnológicos en motores turboalimentados y sobrealimentados que impulsaron el desarrollo militar, la posibilidad de surcar mayores altitudes se hizo cada vez más real.

En 1918, el montañista y fisiólogo Alexander Kellas intuyó que, en un futuro no muy lejano, la aviación podría ser la clave para explorar las cumbres del Everest, aún inexplorado y rodeado de misterios en aquel tiempo.

Fue en la temprana década de los 30 cuando John Buchan, preocupado por el dominio de los logros aeronáuticos estadounidenses, propuso a Douglas-Hamilton – ya conocido en los círculos militares británicos como Lord Clydesdale – la ambiciosa misión de volar sobre el Everest.

El carácter patriótico y la visión estratégica de Clydesdale, junto con su historial en la Royal Air Force, lo convirtieron en el candidato ideal para este desafío.

El sueño requería un alto presupuesto y, en septiembre de 1932, Clydesdale encontró en Lucy, Lady Houston, la mecenas para financiar la expedición.

Lady Houston, con un ferviente sentimiento nacionalista y la convicción de que un vuelo sobre el Everest reforzaría la imagen británica en la India, se mostró entusiasmada.

Su apoyo no solo permitió la adquisición y modificación de los aviones Westland PV-6 y PV-3, sino que también incentivó el desarrollo de innovaciones para la supervivencia a grandes alturas: desde sistemas de oxígeno adaptados a las bajas presiones, hasta combustibles especiales capaces de resistir temperaturas extremas.

La planificación de la misión se materializó bajo el liderazgo del condecorado Air Commodore Peregrine Fellowes, quien, junto a figuras como Stewart Blacker – experimentado piloto e ingeniero – consiguió obtener las autorizaciones necesarias de organismos como el Ministerio de Aire, India Office y el gobierno de Nepal.

Cada avión fue preparado meticulosamente: los espacios para los observadores fueron cerrados para protegerlos de las temperaturas extremas, se instalaron sistemas de oxígeno con un margen operativo de apenas 15 minutos y se incorporaron cámaras fijas en el fuselaje para registrar la geografía del Himalaya.

La travesía comenzó con el traslado de ambos aviones desde Inglaterra hasta Karachi y, posteriormente, a una base en Lalbalu, en Bihar, a unos 80 kilómetros del Everest.

La espera para encontrar condiciones climáticas propicias –con vientos inferiores a 60 km/h pero con abundante polvo en suspensión– se prolongó durante nueve días, hasta que, en una soleada mañana de abril, Fellowes confirmó la existencia de un corredor sin nubes hacia la cumbre.


El despegue, a las 8:25 am, significó el comienzo de una odisea técnica y humana. Los pilotos ascendieron a alturas de aproximadamente 9.400 metros, y experimentaron las adversidades propias del vuelo en condiciones de baja presión y frío extremo.

Durante el trayecto, se presentaron imprevistos dramáticos: Bonnett, el observador en el avión de McIntyre, sufrió un breve episodio de hipoxia al dañar su línea de oxígeno, y el deterioro de un accesorio obligó a McIntyre a pilotar sosteniendo su máscara con una sola mano.

A pesar de estas dificultades, ambos aviones lograron sobrevolar el Everest a tan solo 30 metros de su cima, registrando imágenes de la majestuosa cumbre y sus alrededores.

El regreso al aeródromo se concretó unas tres horas después de haber despegado, dejando como testimonio no solo la valentía de sus protagonistas, sino también la determinación de una era que se empeñaba en conquistar lo inalcanzable.

La expedición realizó un segundo sobrevuelo el 19 de abril, bajo condiciones atmosféricas más claras, logrando obtener fotografías de alta calidad que, a pesar de no haber servido en aquel momento para la expedición de escalada que se acercaba al Everest, serían fundamentales en años posteriores.

Las imágenes aéreas, publicadas en 1951, jugaron un papel crucial al ser estudiadas por expediciones posteriores, incluida la histórica ascensión de Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953.
 

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