La leyenda del primer aterrizaje de un avión en la cima del Mont Blanc
Hace 60 años, el 23 de junio de 1960, a las 6:30 a.m., el as de la aviación de montaña Henri Giraud dejó una huella imborrable en la historia al lograr lo que parecía imposible: aterrizar en la cumbre del Mont Blanc a bordo de su Piper Super Cub, el Jackdaw F-BAYP.
Con una pista diminuta de apenas 30 metros y reduciendo su velocidad a 100 km/h, el avión se detuvo a tan solo 3 metros del abismo, en una cumbre que, según los cálculos de la época, medía 4807 metros.
El Mont Blanc, emblema de los Alpes y punto más alto de Europa Occidental, es también un gigante en constante cambio. Estudios científicos recientes, publicados el 29 de septiembre, sitúan su altitud en 4807,81 metros, casi un metro por debajo de las últimas lecturas de 2017, mientras que registros anteriores alcanzaron los 4810,90 metros en 2007.
Estas variaciones se deben a la "capa de nieves eternas" que recubre la cumbre, la cual fluctúa según las condiciones del viento y la precipitación, dejando claro que la "cima rocosa" en realidad se asienta a 4792 metros, según los topógrafos.
En aquel glorioso día, la pregunta no era cuánto medía el Mont Blanc, sino si Henri Giraud sería capaz de dominar la peligrosa pista natural del Col du Dôme du Goûter, azotado por el viento y la escasa extensión de nieve.
Junto a un selecto equipo –el fotógrafo Aimé Mollard, el guía de montaña Pierre Jeanvoine, el piloto Jean Moine y el prefecto de Alta Saboya, Raymond Jacquet (quien llegó en helicóptero para marcar la zona de aterrizaje con polvo de carbón)– Giraud se preparó minuciosamente para la misión.
Su primer intento, a las 6:15 a.m., fracasó debido a una velocidad excesiva. Sin embargo, con una meticulosa recalibración, el segundo intento a las 6:30 a.m. se convirtió en historia: el avión, controlado con maestría, tocó tierra y se detuvo a escasos 3 metros del precipicio.
Poco después, sobre una pista de nieve de apenas unos metros, el audaz aviador despegó, lanzando su aeronave al vacío y retomando el vuelo sobre los imponentes Alpes sin contratiempos.
Henri Giraud, reconocido mundialmente por sus vuelos a gran altitud y por una carrera que acumuló más de 40.000 horas de vuelo, se convirtió en sinónimo de la audacia y el ingenio en la aviación de montaña.
En su época, muchas de sus hazañas eran consideradas ilegales, lo que eventualmente impulsó la adopción de normativas específicas en 1963. Su yerno, Bernard Boyer, rememora: "Henri Giraud había preparado bien su jugada. Se necesitó una gran cantidad de preparación técnica y espiritual. Entre el fin de la tecnología aeronáutica y la locura, ¡solo hay un filo de navaja!"
El aterrizaje en el Mont Blanc no solo batió récords mundiales de altitud, sino que también simbolizó un regalo a su generación. Henri Giraud demostró que los límites están para ser desafiados.
Para los interesados en adentrarse aún más en la vida y los vuelos de este pionero, se sabe que existen menos de una docena de ejemplares del libro "Les carnets de vol d'Henri Giraud", obra escrita por su hija Françoise y su yerno, que recorre la trayectoria de un hombre que voló, literalmente, al borde del abismo.