Illes Formigues, una inmersión que merece muchos "Likes"
Sumergirse en las Ílles Formigues significa estar en Catalunya, en la Costa Brava, en el Baix Empordà, entre Palamós y Calella de Palafrugell, en unas islas que identifican singularmente el horizonte marino de la zona. Una vista aérea nos permitiría entender perfectamente porqué este grupo de 16 islotes, recibe este nombre. Imaginémoslo: son islotes pequeños y numerosos -16 son muchos ...-. Su silueta remite a la imagen de esos pequeños insectos dibujando un camino. En este caso, sobre el agua.
Antes de sumergirnos observamos el paisaje que emerge del agua. Las islas Hormigas están formadas por rocas granodioritas y granitos alcalinos, ambas clases de origen ígneo. Son agrestes, con muy poca de vegetación porque cuando hay mala mar quedan cubiertas por el agua. Un faro situado en el islote de la Hormiga Grande las señaliza cuando oscurece. Pero ahora el sol brilla sobre un mar inmensamente azul y llega el momento más esperado.
VAMOS: ¡INMERSIÓN!
Hemos tirado el cabo al agua.
Traje de neopreno, máscara, botines y listos para lanzarse al agua. Nos sentamos en el lateral de la motora, nos lanzamos de espalda. Atrás, y ¡Ya! Vamos siguiendo el cabo que hemos lanzado al agua. Será nuestra guía hasta más de medio ruta y es lo que nos servirá para ascender cuando tengamos que regresar al barco.
Descendemos. El agua, poco a poco, toma posición entre traje y piel. Vamos notando el frío, que aumenta a medida que ganamos profundidad. Empieza a crearse esa sensación que los submarinistas conocemos tan bien: el escalofrío de la inmersión, el escalofrío de la pasión por descubrir y sentir calma. Todo ello, renovación de espacio vital.
Por normativa, se nos permite bajar hasta los 40 metros y hasta esa profundidad el recorrido nos depara mucha diversidad porque los fondos de las Ílles Formigues varían desde los 9 metros.
Entre los 25 y 30 ya encontramos los primeros caminos de arena blanca que hay debajo y que, sinuosos, sin duda, caracterizan el entorno. Crean una imagen única. Los caminos de arena blanca discurren entre los llamados "podridos", unos espacios rocosos, con numerosas cuevas, teñidos por vetas de colores variados: marrones, verdosos, beiges ... y la potencia de color se lo acaba dando el espectacular fondo coralígeno. Miles de coralinas rojas agujereadas llenan el espacio de magia y, si tenemos la suerte de estar navegando en primavera, además, nos sorprenden las borgoñas, que florecen en color amarillo.
Navegamos suavemente acompañados por las castañuelas, los pececillos curiosos que, desde el primer momento, parecen agradecer nuestra visita. Llegamos a lugares más oscuros y fríos y, si observamos con atención, vemos las langostas que, vigilantes y medio escondidas entre las rocas, dejan ver solo sus antenas.
YA HEMOS SOLTADO EL CABO. BAJAMOS MÁS
Estamos a 30 metros de profundidad y puede que encontremos alguna morena deslizándose entre las rocas. Nos siguen sonriendo las langostas, las castañuelas no nos abandonan y lo que ahora nos puede sorprender son los nudibranquios, vulgarmente llamados vaquillas de mar porque tienen aquellas manchas típicas de vaca marrones o negras sobre blanco.
Mientras navegamos atravesamos bastantes corrientes de agua y apreciamos diferentes temperaturas.
Si pudiéramos bajar hasta los 45 metros, hallaríamos otra sorpresa, y muy distinta, pero, como hemos leído y nos han contado muchas cosas, intuimos y sentimos.
Solo 5 metros más por debajo de donde nos hallamos ahora, a los 45 metros, hay un pecio hundido, una nave romana. Bueno, no una nave entera. Aproximadamente la mitad de la popa de la nave. El hallazgo es grande y altamente relevante porque parece ser que este navío aún conserva parte de la madera del casco y los pecios localizados en esta zona, generalmente, sólo conservan la carga. Es decir, las ánforas. El número de ánforas documentadas de esta nave son 135. Los expertos deducen que se dedicaba al comercio repartiendo mercancías, como salazones y salsa de pescado, por los puertos de la zona. Sabemos que en todo el Mediterráneo, de barcos como éste, bajo sus aguas, hay muy pocos.
Nos impresiona saber con certeza que tan cerca haya resquicios de otras épocas y la sensación nos lleva a imaginar la dureza de tiempos pasados, el valor de la Historia y la virulencia de las guerras como la que provocó este hundimiento. También valoramos a los artesanos, a los que hacían las ánforas con sus manos… Imaginamos: ¿Y si encontráramos una? Difícil e improbable pero no seríamos los primeros. En las Islas Hormigas, con el tiempo, se han encontrado muchas ánforas procedentes de barcos que habían navegado por la zona.
Nos hemos fijado en lo excepcional -casi todo- pero aún no hemos mencionado la posidonia, esa alga fanerógama que es la mayor especie productora de oxígeno del planeta y que limpia las aguas. En Ílles Formigues, la posidonia es tan abundante que hace de su fondo un espacio a proteger.
VOLVAMOS A BUSCAR EL CABO. TOCA SUBIR
No nos despistemos. Sabemos que solo podemos perder el mundo externo de vista y entrar en el silencio del agua durante un rato. Pasados entre 25 y 30 minutos, el aire empieza a agotarse. Hay que subir poco a poco. Eso sí, seguimos viendo flora y peces. Paseamos haciendo eses. Queremos disfrutar aún un poco más.
Vemos el cabo. Lo agarramos y, ahora sí, iniciamos el último tramo de subida. Cumplimos con el tiempo de descompresión necesario. La temperatura del agua ha ido aumentando. Cada vez es más templada. Cada vez hay más luz. Ya estamos a sólo 6 metros de la superficie: momento clave de descompresión. Ha pasado el tiempo necesario: superficie.
Una sonrisa de complicidad con el equipo que está en la barca nos indica que, por hoy, el agua ya se acabó. Ha llegado la hora de ir al centro de inmersión del puerto de Palamós (en nuestro caso: H2o Diving Center, por su excelencia). Nos damos una buena ducha y, allí, se produce uno de los momentos que tienen lugar, fijo, en la post inmersión: alguien ha visto algo que a nosotros se nos ha pasado por alto; o quizás seamos nosotros quienes contemos a los compañeros un hallazgo único. Si es así, los amigos dirían: ¡Vaya suerte, Rosa! El “¿habéis visto…?” forma parte del juego.
Bebemos mucha agua. Nos es imprescindible para recuperarnos y, después, un brindis - ¡Por supuesto! -. La experiencia ha sido tan deliciosa como el vermut que estamos tomando ahora para poner un broche apropiado a la experiencia, guardar una nueva entrada en nuestro blog vital y calificarlo con muchos “likes”.
Agradecemos a H20 Diving Center por las fotos y su colaboración.
H2O Diving Center
Port Marina Palamós
C/ Salvador Alber i Pey S/N, Local 2
17230, Palamós
972 313 169 – 671 632 555