Palma de Mallorca: bucear con Miquel Barceló
En la isla más extensa de España, la aventura surfea entre las olas del Mediterráneo, navega entre cuevas de ensueño, emerge desde el corazón de proyectos artísticos que desafían los siglos y se degusta entre jardines bucólicos.
Las aguas cristalinas del Mediterráneo inspiran al Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2003. La poesía del silencio bajo el agua y los bancos de peces que se deslizan en bloque entre las corrientes, acompañan la respiración rítmica de Miquel Barceló: un consagrado buceador, y agnóstico confeso, que toma buena nota de cada una de sus inmersiones en el mundo y se nutre, como el pintor y escultor consumado que es, de las sugerencias que le regala la tierra firme.
Basta con indagar en los fondos documentales que se han dedicado al artista para descubrir que estas han sido sus hechuras desde niño, las huellas indelebles de su Mallorca natal desde que naciera, en Felanitx, en 1957. Unas raíces isleñas que, golpe a golpe, ha estampado en el mural de cerámica que recubre los 300 metros cuadrados y ha inmortalizado en los cinco vitrales de 12 metros de altura que, con la técnica de la grisalla, y como si de un vaho de arte perpetuo se elevara hacia las nervaduras góticas, matizan la luz que intenta colarse en la Capilla del Santísimo de la Catedral de Palma de Mallorca.
La obra, quizá, más colosal que hasta su inauguración en 2007 había realizado Barceló, una oda a los elementos primitivos del mar y la tierra, es un reto artístico que recuerda el primer milagro de Jesucristo, la conversión del agua en vino en las Bodas de Caná, y el de la multiplicación de los panes y los peces.
Entre las más de 2.000 piezas que custodia la penumbra del lugar, una hazaña artística que algunos adoran y otros cuestionan, hay un arduo trabajo y muchas anécdotas. Una de ellas es el uso de un secador de pelo para dar la textura final a los panes que el mallorquín moldeó entre puñetazos y cuya evolución observaba al otro lado de la cortina cerámica, a través de un monitor que grababa, en directo, el resultado. La otra nos lleva al Cristo transfigurado, un autorretrato del propio Barceló y que, salvando las distancias, nos devuelve la mirada a las humildes marcas con las que los maestros canteros firmaban sus piedras talladas en los templos góticos.
Azoteas, kayak en cuevas y mucho surf
La Seu o Seo, como la llaman los lugareños, es imponente desde la bahía de Palma, cuando se refleja en el lago artificial ganado al mar y, sin lugar a dudas, desde las alturas. Desde el 1 de abril al 31 de octubre, es obligada la visita a las terrazas de la catedral.
Merece la pena la esfuerzo de ascender sus 241 peldaños porque observar de cerca el detalle de sus arbotantes y las caras taciturnas de sus gárgolas, es un espectáculo. También lo es asomarse tras el rosetón gótico más grande de Europa, una filigrana de 1.115 cristales policromados que permiten curiosear el interior de esta catedral iniciada en 1229. Los 44 metros de su nave central, un alarde de altura y luz, la sitúan como una de las más elevadas del Viejo Continente. Una maravilla que, entre sus numerosos dones terrenales, cuenta con las reformas de Antonio Gaudí, el modernista por excelencia que devolvió al templo la luz natural tan característica de la isla.
Además de su imán cultural, la capital mallorquina es un lugar perfecto para planear la práctica de los deportes náuticos. Bien lo saben en la escuela Bonaona, cuyos instructores tienen muy claro que el Mediterráneo es el sitio ideal para ejercitar cuerpo y mente en el mar, e incluso para aprender a surfear, de forma segura, cualquier mes del año.
En su argot acuático lo habitual es hablar de corrientes, canales de salida, potencia de la remada o maniobras como cut-back, cross step o flow. De hecho, en Mallorca cuentan con numerosos spots de surf para todos los niveles y modalidades: desde los de arena, con olas más tranquilas y más indicadas para longboard, Stand Up Paddle Surf e iniciación… hasta los spots de roca, donde el oleaje es fuerte y, por tanto, irresistible para los surferos de tabla corta o longboarders más avanzados. Aunque en Mallorca hay olas durante todo el año, las de mayor tamaño se concentran desde los meses de septiembre hasta mayo.
Para los que prefieran disfrutar del mar sentados, aunque nadie se libra del esfuerzo físico, el Tour Kayak permite vivir una experiencia única entre las cuevas naturales de la isla.
Para disfrutar de estas vistas privilegiadas, aprovechar la calma del mar, remar sin viento y deslizarse entre los recovecos de un agradable paseo por la costa y los acantilados, hay que levantarse pronto. La cueva verde, aún más enigmática con el reflejo del sol, bien merece quitarle horas al sueño.
El primer Plant Forward de autor en un jardín privado
Cuando la luz comienza a desvanecerse en el horizonte, el jardín privado más grande de la capital mallorquina se despereza con ganas. En ese instante alguna flor abandona una de las ramas de su exuberante catálogo tropical y los pájaros coquetean entre melodías: un espectáculo sonoro que acaricia los troncos centenarios de este vergel de aromas que, con naturalidad, deambulan entre la elegancia de uno de los edificios más emblemáticos del corazón de Palma de Mallorca.
Se trata del hotel Can Bordoy Grand House & Garden, un cinco estrellas que ha recuperado, en todas las dependencias del hotel y en sus 24 suites de diseño (entre 30 y 80 metros cuadrados), el esplendor de esta casona del siglo XVI. Inspirado en la técnica milenaria del Kintsugi, que recompone con oro y plata la porcelana y las heridas del tiempo, el resultado es un capricho para sus huéspedes. Entre melodías con notas de blues y jazz, se puede disfrutar de su encanto sin necesidad de reservar una habitación, aunque pasar alguna noche en el Mejor All Suite del Mundo según los World Travel Awards es toda una tentación.
¿Cómo? Si bien hay lista de espera, no está de más llamar para intentar conseguir una mesa en su restaurante Botànic, donde el también mallorquín Andrés Benítez emplata sus recuerdos y la filosofía del primer Plant Forward de Mallorca: un restaurante atrevido, y muy saludable, capaz de engatusar a comensales de todas las nacionalidades.
Los protagonistas de sus propuestas son los ingredientes de temporada, necesarios para dar vida a creaciones como el Tomate km 0 con un gazpacho picante de mango o la Bererenjena km 0 glaseada con mutabal y crema de almendras, cuyo crujiente resulta inolvidable.
También se requiere talento, perseverancia, trabajo en equipo, respeto por las raíces y mimo por el producto local: una comunión entre lo mejor de la tierra y el mar. Como los frutos que, entre la arcilla de la Capilla del Santísimo, moldeó Miquel Barceló.