Descubre 10 lugares y vive 1.000 sensaciones en el 2021
Si alguien es víctima -o beneficiario- del síndrome de Sthendal, ese que puede provocar sensaciones como palpitaciones o llanto ante una obra de arte, muchos de estos lugares y momentos pueden hacer honor a dicho síndrome.
Algunos están catalogados como nuevas maravillas del mundo, otros deben su valor a la leyenda que los acompaña. Unos son “naturales”, otros fruto de la mano humana. En todo caso, sensacionales.
1. Sobrecogerse ante los guerreros de terracota en Xi’an, China
Puede que hayamos visto 1, 2 o 30 guerreros de terracota. Fantásticos. Maravillosas esculturas. Pero lo impresionante, lo que en realidad sobrecoge es ver las 8.000 figuras de guerreros y caballos de terracota a tamaño real perfectamente alineados. Esas que se enterraron en el mausoleo de Qin Shi Huang, el autoproclamado primer emperador de la Dinastía Qin. Quería un ejército "eterno". Sentir que “siempre” tendría tropas a sus órdenes.
Cuando las admiras, todas distintas, sientes que cada una contiene y representa una vida concreta de abnegación, sumisión y fidelidad que ha sido real. Que más allá de lo que pretendiera el emperador, detrás de cada guerrero hay una familia, detrás de cada familia, una historia, y los 8.000 construyen los momentos de un territorio y una época que se nos hace inimaginable, pero que no intuimos fácil.
2. Bañarse con elefantes en Tailandia
Otra de las experiencias, en este caso simpática, es la de montar en elefante y hacer un tour sobre ellos pasando por ríos en los que sí o sí, el elefante beberá, se remojará -si no decide tumbarse- y, consecuentemente, mojará a quien va montado en él. Es algo a hacer en Chiang Mai, en el norte de Tailandia, por ejemplo, en el Elephant Nature Park, una especie de santuario para elefantes, que les protege de la explotación a que se somete aproximadamente un 10% de los cerca de 4.000 elefantes que hay en Tailandia.
3. Navegar por la bahía de Halong en Vietnam
1.502 km2 de cala natural y 2.000 islas de piedra caliza con cumbres redondeadas que emergen del agua, sobre las que crecen verdes helechos, habitan monos en sus árboles y revolotean aves singulares, son suficiente para estremecerse mientras se navega por sus aguas. Puede que en algún momento se nos acerque algún vendedor en su tradicional junco repleto de frutas. Belleza paisajística y costumbrismo: una combinación perfecta.
4. Dejarse invadir por la inmensidad en Nepal
La fuerza de lo inmenso, de los grandes volúmenes naturales, se siente ya cuando a bordo de un avión nos dirigimos hacia el aeropuerto de la capital, Katmandú, y las paredes montañosas quedan a tocar del ala del avión. Casi como sentirse succionado por el Himalaya.
Una vez en Katmandú, la invasión del color, de expresiones y, mirando hacia arriba, cumbres y más cumbres. Ciertamente inmenso, sí.
5. Viajar a un cuento frente al Taj Mahal, India
Había una vez un príncipe que mandó construir un palacio para su amada esposa, Muntaz Mahal “la elegida del palacio”, porque la pobre Muntaz murió al dar a luz a su 14º hijo… Este palacio blanco que recorta el cielo azul es un mausoleo que combina distintos estilos arquitectónicos y consigue dar un aire totalmente romántico a la construcción. Magia en la nada.
6. Vivir un día de mercado en Chichicastenango, Guatemala
Es sin duda uno de los mercados semanales más bonitos del mundo. En torno a él gira la vida de mucha gente. Ser agricultor, tejedor o alfarero y trabajar el producto en el pueblo para, 1, 2 o 3 días antes del mercado, empezar a caminar hacia Chichicastenango cargado con todo aquello que se quiere vender y deseando regresar a casa bastante más ligero que a la ida.
El esfuerzo se expone en tenderetes multicolor durante todo el día con telas bordadas típicas, cerámicas, flores, máscaras talladas en madera, frutas, verduras...
7. Cataratas de Iguazú, Brasil y Argentina
Donde las aguas rugen cuando saltan. Son un conjunto de cataratas sobre el río Iguazú, formadas por 275 saltos, un 20% de los cuales pertenecen a Brasil y un 80% a Argentina. La frontera entre ambos países la marca la Garganta del Diablo con el salto probablemente más espectacular.
Se puede pasear por las pasarelas que salen del Puerto Canoas, se puede ir en lancha, sobrevolarlas y casi ponerse bajo alguno de los saltos en helicóptero. Majestuosidad salpicada por gotas y vapor de agua. No en vano, fueron destacadas como una de las "siete maravillas naturales del mundo”.
8. Vivir momentos escoceses legendarios en el Lago Ness, Escocia
Cuenta la leyenda que, en el Lago Ness, cerca de la maravillosa población de Inverness en Escocia, desde hace más de 1.600 años, mora el monstruo Nessie. Al fenómeno se le atribuyen diversos avistamientos, aunque nunca se ha podido certificar científicamente.
Sin embargo, poco parece importar. En las orillas de Lago son incontables los que han relatado la historia y lo cierto es que esas aguas oscuras pueden dar mucho que pensar y, sobre todo, que imaginar.
9. Admirar un desierto florido en Atacama, Chile
Entre los meses de septiembre y noviembre, si las lluvias han sido suficientes, uno de los desiertos más áridos de la Tierra se cubre de flores. Es todo un espectáculo natural. La lluvia y el rocío que viene de la zona costera consiguen lo insólito. El color general del manto floral tiende al rosa, pero lo forman más de 200 especies de flores (la mayoría autóctonas): suspiros celestes, añañucas, patas de guanaco, garras de león, lirios amarillos… Impresionante.
10. Sentir el poder de la fauna en Kenia
Dejar que una jirafa, tras un cristal, intente olisquear qué estás desayunando, navegar en una canoa “protegido” por cocodrilos, ver mamar a un elefante, observar en directo y en instantes el mimetismo de los camaleones, sobresaltarte mientras duermes por el estruendoso zambullido de un hipopótamo en el río y, por la mañana, al despertar, ver los restos de alguno de los bellos impalas que el día anterior observaste corriendo en manada por las planicies, pero que esta noche, mientras dormías, ha sido la cena de algún felino.
De todo bajo la luna o bajo el sol de Kenia o, como colmo de lo idílico, bajo la típica acacia de la sabana africana. En África, el color te cautiva.