48 horas recorriendo Menorca en moto y explorando sus rincones ocultos
Prepárate para una aventura en la que cada curva revela una vista nueva y cada parada invita a sumergirse en la autenticidad mediterránea de la isla. Con el casco y los guantes bien puestos, la experiencia de recorrer Menorca en moto es ideal para disfrutar de una forma de viajar que fusiona libertad, paisaje y conexión con cada rincón de esta joya balear.
En Menorca, las carreteras te llevan a través de escenarios que mezclan lo mejor de la naturaleza mediterránea y la cultura local. Los caminos serpentean entre olivos y pinos, conectando pequeñas calas turquesas, miradores naturales y pueblos con encanto.
Sin embargo, en esta isla el viaje se vive lentamente: en el “Último paraíso del Mediterráneo”, el ritmo slow es esencial. Aquí, cada parada merece una pausa para admirar un mirador, explorar un pequeño sendero o, simplemente, dejarse envolver por el silencio y la tranquilidad del entorno.
Día 1: De Ciutadella a Mahón – paisajes y encanto mediterráneo
La ruta comienza en Ciutadella, una ciudad que captura la esencia menorquina con su casco antiguo, lleno de callejones de piedra, una plaza del mercado vibrante y la imponente Catedral de Santa María. Recorrer sus calles es una oportunidad para empaparse de historia y admirar la arquitectura singular de esta joya isleña. Desde Ciutadella, tomamos la ME-1, la arteria principal que recorre Menorca de oeste a este, conectando los puntos clave de la isla y ofreciendo vistas rodeadas de campos de olivos y pinos.
El primer desvío hacia el sur nos conduce a Cala Galdana a través de la carretera ME-22. Esta cala semicircular, de arena blanca y aguas de azul turquesa, es un destino ideal para detenerse y disfrutar de la tranquilidad de sus playas y el encanto de su paisaje natural. Un mirador cercano permite contemplar la cala desde lo alto, ofreciendo una vista panorámica enmarcada por acantilados cubiertos de pinos. La vista es sencillamente hipnotizante, y un buen lugar para disfrutar de unos minutos de calma antes de retomar el viaje.
De vuelta en la ME-1, nos dirigimos a Alaior, un pueblo que respira historia y tradición menorquina. Sus calles empedradas, sus casas encaladas y sus cafeterías invitan a una pausa relajada. Es el momento perfecto para probar algunos de los dulces típicos de la isla, como los formatjades, rubiols o flaons. En Alaior también se pueden encontrar talleres de artesanía local donde adquirir unas abarcas menorquinas hechas a mano, el recuerdo perfecto de esta tierra.
La siguiente parada es Mahón, la capital de Menorca. Esta ciudad costera recibe a los visitantes con su imponente puerto natural, uno de los más grandes del Mediterráneo, que combina modernidad y herencia histórica. Aquí, la Fortaleza de La Mola resguarda la entrada al puerto y es un testimonio de la importancia estratégica de la ciudad a lo largo de los siglos.
Tras un recorrido por sus murallas y pasajes, la experiencia continúa en uno de los restaurantes frente al mar, donde la caldereta de langosta, plato icónico de Menorca, es el protagonista. La vista del puerto, con sus barcos meciéndose al compás de las olas, es el complemento perfecto para este almuerzo junto al mar.
Continuamos la jornada dirigiéndonos hacia Es Castell, el punto más oriental de España, donde el amanecer es un espectáculo digno de admirar. Sin embargo, a cualquier hora del día, el pequeño puerto de Cales Fonts ofrece una postal pintoresca, con sus casas de colores y restaurantes que se asoman al mar. Es un lugar tranquilo, ideal para tomar unas fotos y disfrutar del ambiente sosegado. Con el atardecer, el camino de vuelta a Ciutadella, nuevamente por la ME-1, es una oportunidad para disfrutar de los campos dorados y las suaves colinas que se tiñen con los colores del crepúsculo. Una cena en uno de los restaurantes del puerto de Ciutadella cierra el primer día, lleno de paisajes, historia y sabores mediterráneos.
Día 2: La belleza salvaje del norte y los valles de Menorca
La segunda jornada comienza temprano, siguiendo la carretera local Camí de Cala Morell hacia el norte de la isla. En esta ruta, el paisaje cambia de campos abiertos a un escenario de acantilados y valles. Cala Morell, con su entorno rocoso y aguas profundas de color azul cobalto, se presenta como un lugar de ensueño. Este rincón no solo es perfecto para tomar fotografías, sino que también es imprescindible visitar la Necrópolis de Cala Morell, un conjunto de catorce cuevas excavadas en la roca que forman uno de los cementerios prehistóricos más espectaculares de Menorca.
Retomando la ME-1, seguimos rumbo a Fornells por la ME-15, una ruta que ofrece vistas al mar y a los campos ondulantes. Este pintoresco pueblo de pescadores ha sabido conservar su esencia y encanto a lo largo del tiempo. El paseo por su puerto es una oportunidad para detenerse y probar el tradicional arroz de la tierra. Pese a su nombre, este plato no contiene arroz, sino trigo roto que se cocina lentamente al horno en cazuelas de barro. Una experiencia gastronómica única de la isla.
El viaje continúa hacia el Monte Toro a través de la PM-710. La subida a la montaña más alta de Menorca revela vistas cada vez más impresionantes. Desde la cima, se puede contemplar una panorámica de la isla, desde las calas doradas del sur hasta las costas rocosas del norte. En días despejados, es posible divisar la vecina isla de Mallorca, un recordatorio de la riqueza cultural y la espiritualidad que envuelven a Menorca. Este lugar invita a la reflexión y a la conexión con la esencia de la isla.
Descendiendo del Monte Toro, nos encontramos con Mercadal, un pueblo acogedor en el corazón de Menorca, donde la tradición y la hospitalidad son palpables. Aquí, una visita a una de sus pastelerías tradicionales es casi obligatoria. Los carquinyols, unos dulces de almendra, ofrecen un último vistazo al alma gastronómica de Menorca. Con el sabor dulce en el paladar y el corazón lleno de recuerdos, es momento de regresar por la ME-1 rumbo a Ciutadella.
Reflexiones finales: El alma de Menorca en cada parada
El trayecto de vuelta a Ciutadella permite recapitular todo lo visto y experimentado. En estos dos días, Menorca se ha revelado en toda su belleza: sus colores vibrantes, el azul hipnotizante de sus calas, los sabores autóctonos y el encanto genuino de sus pueblos. Cada rincón visitado, cada parada en la carretera y cada plato degustado ofrecen una experiencia auténtica y una conexión profunda con la isla.
Llegamos de vuelta a Ciutadella a tiempo para una cena relajada junto al puerto, concluyendo así un fin de semana lleno de paisajes, cultura, sabores y momentos inolvidables en el último paraíso del Mediterráneo.
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